31 de mayo de 2011

Guardacantón

Un guardacantón es una protección generalmente de piedra, que situada en las esquinas de los edificios impedía que los carruajes dañaran las fachadas al girar. Su uso perduró hasta que comenzaron a urbanizarse las calles con aceras, separando así las ruedas de las fachadas.



De forma redondeada podemos encontrarlos de piedra preservando esquinas o metálicos en las grandes entradas de carruajes de algunas casas, como en el caso de los palacios góticos de la Calle Montcada, donde se encuentra el Museo Picasso.


Guardacantón en la entrada del Museu Picasso

Como curiosidad está el guardacantón situado en la confluencia de Carretera de Sants con Rambla de Badal. 
Aunque es un guardacantón más grande de lo normal, su peculiaridad no reside en su tamaño. 
Lo que lo hace especial es que sobrevivió "intencionadamente" al derribo del edificio que protegía de la torpeza de los conductores de carros, carruajes, diligencias y demás vehículos de tracción animal.




En ciudades como Cádiz o Sevilla es normal encontrar antiguos cañones haciendo la función de guarda cantón (cañón de esquina).


Cañón de esquina  (Cádiz)

Puerta trasera de la Fabrica de Artilleria (Sevilla)
Aquí dejo una muestra de los muchos artículos que podemos encontrar referentes a quejas y accidentes que han tenido a los guardacantones como protagonistas.


Recorte de la Revista festiva Flores y Abejas. Año 1928


Hace tiempo que una cosa tan trivial me hacía pensar fugazmente y duraba el comentario tanto como duraba la visión, al pasar, en los guardacantones derribados a la entrada de las calles estrechas.
La cosa en sí no tiene nada de particular, es asunto baladí, dirán algunos. Un guardacantón caído a la entrada de una calle no tiene la menor trascendencia. Pero los que así piensan no son observadores; ¿para qué se ponen los guardacantones en las entradas de las calles estrechas? Y en esa respuesta está la importancia de la que al parecer antes carecía.
El efecto que produce un guardacantón caído, sin ironías, es el de una forma prohibitiva caída. Cuando cae por su propio peso, por lo inevitable, por la ley fatal que manda que caigan las cosas, se resigna uno y en paz. En este caso, no, no puede haber resignación posible. Un guardacantón a la entrada de una calle estrecha indica que se prohíbe el paso de carruajes para evitar el deterioro de las aceras, los rasguños de las fachadas de los edificios y lo que es muchísimo más imprtante: para evitar el peligro de los pobrecitos transeúntes que por alguna parte de la villa tienen que transitar.
Hace un mes aproximadamente, el que estas líneas escribe, estuvo a punto de ser aplastado contra la pared por un carro con cuatro briosas mulas que pasaban con cargamento de trigo por la calle  de San Lázaro. No hice nada y lo olvidé. Fui hábil, salté como pude, evité el atropello y pasó.
Hoy, un carro cargado de melones penetró por la misma calle; un vecino protestaba por el posible peligro de que el carro produjese daños en las fachadas.
La cosa es trivial. Si en lugar de ser yo ágil y resuelto, es un anciano, un sordo, un niño, ¿qué hubiera pasado?¿Se prodría pedir a alguien la responsabilidad consiguiente?



Bibliografia:
Ispal
Wikipedia
Revista Flores y abejas, 1928
Cádiz-Guardacantones

Related Posts with Thumbnails

POST+POPULARES